En los últimos años, Mallorca se ha quitado de encima esa imagen de destino barato, de fiesta y ligoteo. Los que quieran abandonar los resorts costeros más turísticos van a descubrir una isla idílica y todavía virgen, dotada con un perfecto clima mediterráneo. La capital, Palma, se encuentra entre las ciudades europeas que más se estilan en este verano; una Barcelona de bolsillo en las Baleares, con cafés animados, boutiques de diseño y una escena cultural emergente. Por lo contrario, el tiempo parece haberse detenido en el interior rural de la isla, con sus pueblecitos de color de miel, sus gentes amables y la asombrosa amplitud de paisaje. Desde las montañas escarpadas y los campos de naranjos, hasta las calas desiertas, los fotogénicos puertos de pescadores y los pantanosos humedales famosos por sus aves exóticas; no es de extrañar que Mallorca sea el destino de vacaciones más popular del Mediterráneo.